Dragon Quest y el efecto Zeigarnik

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El 27 de marzo de 2021 ocurrió algo que por lo menos, cerró un ciclo de ciclos en la ficción animada (anime) que generaciones de fines de milenio esperaban (unos con mayor o menor esperanza): una serie que parecía arrumbada en el cajón de los recuerdos revivía y retomaba lo que otra, hacía 30 años, había dejado sin un final, Dragon Quest Dai no Daibouken.

Ya llegaremos a Zeigarnik. Sonará infantil para algunos, intrascendente para una mayoría de seguidores de otros animes, pero es innegable la importancia de este fenómeno para unos cuantos que vamos a cumplir la cuarentena, y lo digo por poner un ejemplo proporcional: Mientras One Piece o Dragon Ball reciben en promedio 4000 likes en su página oficial por cada publicación alusiva, Dragon Quest se queda en unos 600. Además, la marca Dragon Quest es más conocida por el videojuego y los personajes de Akira Toriyama que por la creación de Riku Sanjo, Koji Inada y Yuji Horii. También hay que considerar que hoy se vive una época dorada en el anime y Dai es solo uno más que gravita en el cúmulo de producciones que tienen una mayor resonancia a nivel mundial.

Poco hay que añadir en la generalización del anime en nuestras vidas. En nuestra adolescencia estas animaciones japonesas formaron parte de nuestra dosis de televisión cuando internet apenas daba visos de aparecer, y no había la hiperconexión que hoy nos permite disfrutar el estreno japonés casi en tiempo real, ni información apenas de la que podíamos obtener de las televisoras nacionales. Dicho esto, estábamos a merced de una franja horaria, de cambios en la misma televisora, incluso de que no se fuera la luz, caprichos y dificultades hoy incomprensibles para las nuevas generaciones.

Dragon Quest Dai no Daibouken, Las Aventuras de Fly, formó parte de esos dibujillos japoneses que llegaban a través de la señal de Tv Azteca en ese entonces, mediados de los noventa. Yo recuerdo haber empezado a verla no desde el principio mismo. Es curioso que no recuerde desde donde, pero hubo algo —la música, las voces, la aventura en sí— que me impulsaron a seguir a Fly y sus amigos. Entonces vino la repetición de la serie, donde pude verla completa y entender la historia (y emocionarme). Y otra retransmisión. A la cuarta o quinta vez que emitían la ya conocida cortinilla final con los amigos abrazados y el símbolo de Avan con las letras japonesas, y la voz del narrador «sigue adelante Fly…» muchos aún no queríamos aceptar que eso era un final, un final a modo, brusco, que sin conocimiento del manga o lo que pasaba en las antípodas del planeta, no podíamos entender qué pasaba, dónde estaba el final de todo el abanico narrativo que ya se había puesto en marcha. Nadie daba respuestas en esa época, ni las televisoras, ni las revistas, nada y eso no hizo más que aumentar la frustración (los que sabían japonés o tenían contacto con Japón eran verdaderos privilegiados). Más tarde con internet nos enteraríamos de que efectivamente eso era un final, pero no se desvelaban las razones que habían propulsado el desastre (no hay motivos claros y oficiales a la fecha, a pesar de que se manejan las clásicas razones económicas, de poca venta de figuras y poca audiencia, pues otras fuentes comentan que sí había buenas ventas y respaldo). Sea como fuere, el anime estaba cancelado y olvidado en Japón, pero se había quedado en nuestra mente y corazón, por la historia, la música, los personajes, y el doblaje mexicano que se hizo en la época dorada del mismo, con sus errores y aciertos, pero que ya no podemos ver actualmente.

Últimos fotogramas de la serie clásica.

Prueba de que el fandom latinoamericano y en especial el mexicano no olvidó nunca la serie y la frustración del «no final», se lanzó la única edición completa en español a través de Editorial Vid. Corría el 2005 cuando ese final inacabado tuvo una pieza clave que armó el rompecabezas y supimos qué había más allá (aunque con internet ya nos hacíamos una idea) pero al menos yo no sabía casi nada de lo que pasaba tras la primera batalla con Baran. Pocas veces se ha sentido la emoción de recobrar lo inacabado, en este caso unos diez años desde que la serie dejó aquella cortinilla del falso final. Vid, aunque con poca calidad (de producto final, aunque con muy buenas traducciones) llenó ese vacío que nos había dejado Dragon Quest en la adolescencia y acabó lo que muchos esperábamos, aunque con un final de manga realmente mediocre, a la usanza japonesa de sus anticlímax.

En 2019 se anunció un relanzamiento de la serie. Tal era el escepticismo de varios, que aún no podíamos creer que la serie se animaría y se continuaría hasta el final (aún a la fecha hay dudas en los grupos de fans en las redes sociales) pero el día llegó, y en octubre de 2020 se reinició la aventura, con opiniones variopintas en cuestión de animación, y la gran faltante, la fabulosa música de Koichi Sugiyama. ¿Llegaría aquella continuación a la pelea de Baran? ¿Habría suficiente apoyo para que estudio y productoras continuaran algo que se dejó de lado con la mano en la cintura en los noventa? Está claro lo poco que ha cambiado en producción de contenidos a través de los años: si no vende, si no funciona en audiencia, a la basura.

Y así, llegamos al 27 de marzo, tras 24 capítulos donde el ritmo iba a toda velocidad, algunas veces diametralmente opuesto al anime clásico. Salieron a relucir comparaciones y críticas, escenas borradas, la falta de picaresca y momentos chuscos pero la animación renovada y decente. La conclusión, a pesar de las críticas y los vítores era la misma: había que agradecer poder seguir con vida para ver animado algo que queríamos desde adolescentes. Estos días fue grandioso ver padres de familia reunidos en la sala con sus hijos, vistiendo playeras alusivas al anime, con la emoción que se sentía por esta continuación transmitida a las nuevas generaciones. Había posts muy poéticos que resaltaban el fin de una espera, un «cruzar el umbral», «un pequeño momento de felicidad» y voces que, sin duda llevaban ese efecto Zeigarnik a cuestas.

Cruzamos el umbral a mitad del capítulo 25, aquí un frame. Todo lo que viene, nunca antes animado, está teniendo una gran recepción. En lo personal, me ha gustado mucho, muy fiel al manga y muy buen ritmo, ya sin comparaciones con el anime clásico.

¿Y qué dice Bluma Zeigarnik? A inicios del siglo pasado (1920) esta psicóloga lituana dedicó sus teorías a comprobar, a través de experimentos en grupos de personas, si los recuerdos de procesos inconclusos se almacenaban mejor en la memoria que los del resto, los concluidos. Aún no se ha comprobado en su totalidad este estudio, pero Zeigarnik empezó a demostrar que efectivamente, lo que no está acabado resuena mucho más en la parte de nuestro cerebro que controla la memoria. Lo acabado, lo finalizado, si bien puede resultar placentero (o decepcionante) cierra un ciclo importante en nuestra forma de ver el mundo, y se va a un archivero diferente, a descansar en paz. Cosa que no ocurrió con el «Flais», pues a pesar de que el manga calmó gran parte de ese fuego mental, este «Efecto Zeigarnik» perduró y se reactivó totalmente en 2019, con algunos ya en la cuarentena más menos, cultivando canas, barriga, hijos, y hasta nietos. Produce efectos tan poderosos a largo plazo en los seres humanos que al aterrizar en Dai no Daibouken podemos comprobar, para alegría de Bluma, que se mantuvo por casi treinta años. Treinta años que conserva nuestra memoria esa frustración de ver que una aventura y personajes tan queridos no volverían a tener movimiento. Ya nos dimos cuenta que el manga no es suficiente, y pasamos estos días el umbral de lo no animado a lo animado con los ojos acuosos, incluso. Es curioso que el punto de inflexión entre anime clásico y nuevo tenga como tema la memoria y la pérdida de los recuerdos acumulados.

No voy a hablar de la historia, ni cómo esos hilos narrativos que se habían puesto en marcha hoy ya tienen relevo, lo que importa es que no se vislumbra que se va a detener la serie. Los que somos parte del fandom latino respondemos con todo —como se puede apreciar en los grupos—, a pesar de que a los japoneses les trae sin cuidado. Hacemos lo que podemos para que el sueño no termine. ¿Consumimos productos oficiales? Pues consumimos, aunque nuestras voces lejanas apenas alcancen los territorios del Sol Naciente. Espero que al menos cuando esas voces se transformen en yenes contantes y sonantes Square Enix, Toei, Shueisha, productoras, volteen aunque sea un poquito para este lado de los intensos, los que el efecto Zeigarnik mantuvo con esperanzas de ver animada una aventura. A disfrutar como niños-adolescentes, no queda más que decir.

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