
Bienvenidos a La Ciénega. Bienvenidos al universo de Antonio Tocornal.
Es de sobra sabido que, para escribir sobre el terror y el horror, géneros ampliamente explorados en la literatura, no es necesario enfrentarse a monstruos hirsutos y llenos de colmillos; atrás quedaron los fantasmas de Henry James, los vampiros de Bram Stoker y los no-muertos de George Romero. El «género» nos suele cobijar al tratar de horrorizar, pero cuando uno decide ir por «libre» significa andar descalzo por el camino más empinado y pedregoso. Antonio Tocornal ha logrado, sin recurrir al «género» una literatura que sí, asusta, —da miedo, en palabras del escritor Gabriel Bertotti a propósito de su apoteósica Bajamares—. Antonio gusta de aventurarse por el sendero más complicado, complejo y difícil: asomarse a la calle, uno de los lugares más comunes existentes para cazar el horror de horrores y trasvasarlo a una literatura que funcione y que incluso discurra en clave de poesía. Y lo aún más difícil, que yo como lector reciba esos estímulos narrativos-poéticos y me deje con la boca abierta y con ganas tremendas de seguir avanzando páginas.
Así de compleja es la construcción de Malasanta, hecha con una meticulosidad tocornaliana a la que sus lectores —yo incluido— ya esperamos de antemano. Pues aun así, en cada nueva historia logra sorprender (una vez más) por el espectro de imágenes perturbadoras, por el hilado narrativo tan fino que desaparece pero pespuntea por toda la novela: hay elementos básicos que se vuelven inolvidables e inconfundibles y que nos acompañan hasta el final, como un simple ojo de vidrio, el de Dámasa la Tuerta: eso es hilar hasta hacerse invisible como autor, un logro soberbio.
Queda de sobra comentar los diferentes temas que aborda la novela. Eso lo dejo a las sinopsis, a las presentaciones que seguro Antonio hará por todo el país y esperemos también allende los mares, porque hablamos de una novela extraordinaria, que traspasa a cuchillo los grandes males actuales de la sociedad: la censura y la cultura de la cancelación, la doble moral de «colectivos» con piel fina que se ofenden incluso de las ficciones, construcciones que no se corresponden con la realidad, y dejando de lado los verdaderos problemas que perviven a nuestro alrededor. Antonio es claro en ese aspecto: él solo busca lo mejor para su escritura y la estética en la literatura, todo lo demás es cosa baladí, y estoy de acuerdo con él.
¿Malasanta funciona como novela o como conjunto de relatos? Es una buena pregunta, viniendo de un cuentista que lo ha ganado casi todo en cuestión de premios en relato. Y ahí también radica una de las genialidades en la construcción de tiempos y personajes de Malasanta: ninguno de sus personajes está «atado» en esencia a una historia larga de seis tiempos o una sola, corta; algunos solo aparecen en determinadas partes y a otros se les recuerda en cada una de ellas, por lo que esa bella ambigüedad también es válida como divertimento, un juego intelectual de gran alcance, de varias capas interpretativas de lectura. Malasanta es novela a final de cuentas, sí, pero puede ser reconocida como conjunto de relatos, lo que queramos que sea, singularidad que no suele pasarme a menudo en mis lances lectores. Hay un capítulo en especial, Modesto Baldío (1999), que podría funcionar como un cuento solo y no pasaría nada si lo seccionamos y lo tomamos entre nuestras manos; me pareció una de las historias más logradas, conmovedoras y totales, llena de tocornalidad apabullante.
Quienes descubran por primera vez a Antonio Tocornal con esta novela, seguro tendrán curiosidad por sus trabajos anteriores: Bajamares y Pájaros en un cielo de estaño comunican con Malasanta en una suerte de vórtice dimensional que puede provocar teorías de lo más descabelladas, como pasó en mi caso: le aseguro a Antonio que Próspero el Polilla se convirtió en Trini, el mamón de Las Almazaras, y allí acabó sus días, compartiendo un curioso destino con Malasanta. Bueno, a mí también me gusta seguir ciertos juegos lectores, y el universo tocornaliano da para mucho juego.
En fin, sin afán de extenderme, recomiendo Malasanta, uniéndome a la campaña del premio Felipe Trigo. Debo decir que con esta novela han engalanado el premio de una forma superlativa. Enhorabuena al jurado, enhorabuena a los editores y a la fundación José Manuel Lara, que han votado por la excelencia y calidad literarias sin importar nada más. Puedo asegurar que cuando acabemos de leer Malasanta, también habremos triunfado como lectores.
Puedes adquirir la novela en:

Deja un comentario